Una historia de descubrimiento, misterio y el entrelazado de hilos en la vastedad del espacio.
..” En las primeras horas del día marciano, cuando el tenue resplandor del sol apenas rozaba el horizonte rojizo y la neblina polvorienta del planeta cubría el paisaje, el astronauta Alex Mercer se preparaba para su misión. Había estado en Marte por más de dos meses, liderando una expedición cuyo propósito principal era recolectar muestras geológicas y explorar posibles recursos habitables en la vasta planicie de Utopia Planitia. Como astronauta de la Agencia Internacional de Exploración Espacial (AIEE), Alex había soñado con este momento desde que era un niño, y ahora, con cada amanecer marciano, su entusiasmo por el planeta rojo seguía intacto. Con su traje ajustado y el visor de su casco reflejando la luz difusa, Alex se preparó para un día de exploración. Hoy, sin embargo, no sería como los anteriores. La nave Odyssey III, su hogar en Marte, había detectado una señal extraña en las cercanías. No era una señal de origen marciano ni humana; era algo más. Una señal electromagnética tenue, pero lo suficientemente constante como para captar la atención de los sensores de la nave.
..”El comandante de la misión, el Dr. Harris, le había encargado a Alex investigar la fuente, ya que él estaba más cerca de la ubicación mientras recolectaba muestras al pie de una meseta rocosa. —Voy a investigar esa señal electromagnética que captó la Odyssey —le comunicó Alex a la nave mientras encendía el vehículo Rover. La voz del Dr. Harris llegó con algo de interferencia. —Recibido, Mercer. Ten cuidado. No sabemos qué es eso, y la ubicación está en una zona con terreno inestable. Mantente alerta y no te aventures demasiado lejos. —Entendido, comandante —respondió Alex, encendiendo el motor del Rover y dirigiéndose hacia el origen de la señal.
..” El trayecto fue solitario, como casi todos los días en Marte. A pesar de las maravillas que ofrecía el planeta, su desolación era palpable. El paisaje era monótono, salpicado de rocas y formaciones de arena fina que el viento levantaba como susurros en el aire. Sin embargo, Alex no podía sacudirse la sensación de emoción que lo embargaba. Las señales electromagnéticas no eran comunes, y menos de una fuente no identificada. ¿Podría tratarse de alguna sonda perdida? ¿O tal vez, aunque improbable, algún artefacto dejado por misiones anteriores que nunca fue documentado? Tras casi una hora de recorrido, el Rover empezó a emitir un pitido agudo. Alex verificó su ubicación en la pantalla del vehículo: estaba muy cerca. Redujo la velocidad y estacionó el Rover en la base de una colina rocosa. Frente a él, no había nada particularmente llamativo, solo una formación rocosa más grande de lo habitual. Sin embargo, el detector de señales mostraba que la fuente estaba justo detrás de esas rocas.
..”Alex descendió del Rover y, con cautela, escaló la colina. Cuando llegó a la cima, se detuvo de golpe. Lo que vio al otro lado de la colina no tenía sentido. Ahí, en medio de la nada marciana, rodeada de polvo y piedras, había una máquina de coser. Era un modelo antiguo, casi como las que Alex recordaba haber visto en las casas de abuelas cuando era niño. Su estructura era metálica, y aunque parecía oxidada, los detalles ornamentados aún eran visibles. El pedal de la base estaba intacto, y la rueda de la aguja parecía poder girar.
..”La máquina, sin embargo, estaba desconectada de cualquier fuente de energía y yacía en el suelo, como si alguien la hubiera dejado ahí después de usarla. Alex parpadeó, incrédulo. ¿Cómo podía haber una máquina de coser en Marte? ¿Era una broma? ¿Un experimento dejado por otra misión? Ninguna de esas ideas tenía sentido. —Odyssey III, aquí Mercer. Necesito confirmación de la señal electromagnética —dijo, tratando de mantener la calma. La voz del Dr. Harris llegó poco después. —La señal sigue activa desde tu ubicación. ¿Qué encontraste? Alex tragó saliva, sin saber exactamente cómo describir lo que veía. —Comandante… encontré una máquina de coser. Hubo un silencio prolongado al otro lado de la comunicación. —¿Repita eso, Mercer? ¿Una máquina de qué? —Una máquina de coser. Anticuada, como las que usaban en la Tierra hace siglos. Está aquí, en Marte, sin ninguna explicación visible. Y lo más extraño es que está generando la señal. Harris no respondió de inmediato. Alex aprovechó para acercarse más a la máquina. Estaba parcialmente enterrada en el suelo marciano, pero, sorprendentemente, parecía estar en condiciones de uso.
..”Había algo surrealista en la imagen. Como si una pieza de la vida cotidiana terrestre hubiera sido arrancada de su entorno natural y dejada aquí, en un paisaje completamente inhóspito. Alex, intrigado y nervioso, sacó su dispositivo de escaneo. Se agachó frente a la máquina y lo pasó por encima. La señal electromagnética provenía, efectivamente, de la base de la máquina. Había algo dentro de ella. —Voy a abrirla, comandante. Parece que la señal viene de adentro. —Ten mucho cuidado, Alex. No sabemos lo que es, y cualquier cosa aquí podría ser potencialmente peligrosa —advirtió Harris con seriedad. Con manos temblorosas, Alex tomó una herramienta multiusos de su cinturón y comenzó a desmontar la base de la máquina. A medida que quitaba los tornillos, su mente se llenaba de preguntas. ¿Cómo había llegado esta máquina hasta aquí? ¿Quién la trajo? ¿Por qué? Al abrir la base, lo que encontró no fue ningún artefacto tecnológico ni un dispositivo de comunicación. En su lugar, había un carrete de hilo, enganchado en una pequeña caja metálica que claramente no pertenecía a la máquina original. —Es solo un carrete de hilo —murmuró para sí mismo, sin poder evitar una sensación de desconcierto. El hilo era rojo, brillante, como si acabara de ser fabricado. A pesar de los siglos que probablemente había pasado aquí, no mostraba señales de desgaste. La caja metálica en la que estaba guardado era pequeña y tenía inscripciones de letras que apenas eran perceptibles.
“Alex sacó la caja con cuidado y la examinó más de cerca. Había símbolos en su superficie, pero no pertenecían a ningún alfabeto conocido. Eran extraños, casi orgánicos, como si las letras se hubieran moldeado de una forma que recordaba a figuras naturales, como raíces entrelazadas o venas bajo la piel. —Comandante, he encontrado algo más —dijo Alex con la voz entrecortada—. Un carrete de hilo y una caja con inscripciones desconocidas. —¿Desconocidas? ¿Qué tipo de inscripciones? —preguntó Harris, con más urgencia esta vez. Alex se tomó un momento para describir los símbolos lo mejor que pudo. —No parecen humanos. O al menos, no como nada que haya visto antes. Harris guardó silencio por un momento, lo suficiente como para que Alex se sintiera cada vez más inquieto. —Regresa a la nave con lo que has encontrado. Necesitamos analizar eso a fondo —ordenó el comandante finalmente, con una firmeza que Alex no había escuchado antes. Alex asintió, aunque sabía que Harris no podía verlo. Guardó la caja y el carrete con cuidado en su bolsa de herramientas, asegurándose de no dañar nada. Pero antes de irse, se detuvo un momento frente a la máquina de coser. No podía dejar de pensar en lo absurdo de la situación: una máquina de coser, perdida en Marte, con un hilo que parecía desafiar las leyes del tiempo.
..”Al regresar al Rover, una última mirada hacia la colina le dejó una sensación de incomodidad. Algo no estaba bien. Mientras el vehículo rugía de vuelta hacia la Odyssey III, Alex no pudo evitar sentir que acababa de desenterrar un secreto mucho más profundo de lo que podía comprender. ¿Era este el primer paso hacia una nueva revelación sobre Marte? ¿O acaso la humanidad había tropezado con algo que debía haber permanecido oculto? El viaje de regreso fue largo, pero el silencio de Marte nunca había sido tan perturbador. La máquina de coser, el carrete de hilo, los símbolos… todo eso ahora se mezclaba en la mente de Alex, creando más preguntas de las que jamás había tenido sobre el planeta. Y, por alguna razón, sentía que la historia acababa de comenzar”.
Fuente: Texto e imágenes creadas por IA / LABORATORIUM
FELIZ SEMANA! Un abrazo laboratoriano 😉